Dentro de la trayectoria sinuosa de Daniel Melero (1958), el disco Travesti (1994) ocupa un lugar preponderante, tanto a nivel sonoro como conceptual. Tras su paso por Los Encargados y sus primeras producciones solistas, donde el sampler fue el protagonista, Travesti pone en el centro a la guitarra acústica, con escalas poéticas que apelan, en sus palabras, “a una metáfora cósmica de situaciones, que habla del amor como “una distancia de los planetas al sol” y que incluye objetos de uso cotidiano, que “de tanto ser usados se vuelven invisibles”. Así surgen canciones míticas, como “Quiero estar entre tus cosas” o “La sed”, que nos envían a distintas referencias que forman parte de su colección personal de la escucha: el rock nacional de principios de los setenta, Marc Bolan o Ziggy Stardust A su vez, como una reflexión contextual, Melero asocia la manera en que en ese momento se estigmatiza a las travestis -parias dentro de parias- con su posición en el campo musical: “soy un travesti del rock”, dice. La actitud de transitar los rieles del riesgo apuesta a evadir la posibilidad de convertirse en un dogmático de sí mismo. Operación Travesti surge como un registro alrededor de los entretelones de su producción, la gestación de los videoclips en una estación de tren - donde Melero hace de Frankenstein- y la presentación, veinticinco años después, en el ND Teatro. Rodrigo Ottaviano, histórico (?) manager de Melero, concibe un retrato que atestigua, en múltiples expresiones, que las ideas pesan más que los intereses.